NILS KASTBERG, DIRECTOR REGIONAL DE UNICEF PARA AMERICA LATINA Y EL CARIBE
El director regional para América Latina y el Caribe de Unicef, el sueco Nils Kastberg, estuvo apenas 36 horas en Buenos Aires. Vino al país, en una visita relámpago, para reunirse con el ministro de Justicia, Aníbal Fernández, y plantearle su preocupación por el tenor que está tomando el debate en torno de una nueva ley penal juvenil y transmitirle personalmente la posición del organismo internacional en el tema. El experto calificó como "una medida demagógica" bajar la edad de imputabilidad a los 14 años, como promueven la mayoría de los proyectos que empezaron a discutirse en el Congreso, dado que apenas "15 homicidios dolosos al año" tienen como partícipes a niños de menos de 15 años en el país. "Quiero advertirles que no es cierto lo que algunos sectores dicen, que al aplicar más penas la situación va a mejorar. Lo que se tiene que mejorar es lo que se hace con el chico durante el tiempo de la pena que se establezca. Lo que se tendría que discutir es qué calidad de rehabilitación se le va a ofrecer. Eso es lo que les va a dar seguridad", señaló el especialista. Y cuestionó que hoy en los institutos de menores apenas se les brinda en promedio dos horas de educación. "Hay que ofrecerle al chico un proceso reeducativo integral para que cuando salga sienta que tiene algo que no quiere perder", puntualizó.
Kastberg describió además cómo aumentó la criminalidad en los países centroamericanos que aplicaron recetas de "mano más dura" con los menores de edad y destacó experiencias exitosas en Cuba y Colombia con el tratamiento de jóvenes en conflicto con la ley penal.Kastberg trabaja en Panamá, donde tiene la sede la Oficina Regional de Unicef. A comienzos de la década del '80 empezó a trabajar en el Alto Comisionado de Naciones Unidas para Refugiados (Acnur), donde le tocó entre tantos destinos desmovilizar a miles de niños soldados en Sudán. Conoce América latina y el Caribe casi como la palma de su mano: y la situación de los niños, niñas y adolescentes, que viven en situaciones de mayor vulnerabilidad social y sanitaria son su desvelo. Habla español de forma impecable.
¿Qué es lo que le preocupa del debate que comenzó en el país en torno de la necesidad de una nueva ley penal juvenil?
La Argentina tiene uno de los niveles de homicidio doloso más bajos de América latina y el Caribe: 5,5 cada 100 mil habitantes, según las estadísticas de la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito. Las tasas de El Salvador, Jamaica, Honduras y Trinidad y Tobago 57,55,32 y 20, respectivamente, están entre las más altas del mundo. La Argentina está hoy en una posición desde la que puede evitar lo que ya se probó en Centroamérica y no funcionó. Allí metieron pena de muerte, extendieron penas...
¿Para adultos y personas menores de 18 años?
Sí. ¿Qué lograron? Subieron los índices de violencia y delito. Dieron muchos poderes a la policía, incluso de arrestar en algo que llaman prisión cautelar, que se aplica solo con menores de 18 años: antes de que hagan algo, si tienen un tatuaje o los ven cara de querer hacer lío esa noche, lo llevan a la comisaría.
¿Sin denuncia ni acusación?
Sin denuncia. Los pueden tener una noche o un mes. La policía nunca tuvo tanta capacidad de actuación como la que tiene en Centroamérica. ¿Qué lograron? Que se profesionalizó la utilización de menores en el crimen. Como los empezaron a meter más y más en prisión, las cárceles están repletas y se convirtieron en centros de comando del delito: todos saben que en algún momento los van a meter presos y les van a dar una flor de paliza si no hacen lo que les dicen en la cárcel. Apenas los sueltan y tienen la instrucción de matar a tal, más vale que lo hacen, porque si al día siguiente los agarran por cualquier cosa y no lo hicieron, les van a dar semejante paliza que nunca más van a querer desobedecer, si sobreviven. La mayoría tienen una historia de violencia familiar. Me contaba una chica de 18 años que había sido marera y estaba estudiando psicología, que entre los 10 y 12 años un familiar allegado a su casa había abusado sistemáticamente de ella. La chica le trataba de decir a la madre y al padre, pero no le llevaban al apunte. A los 12 quedó embarazada. El padre le empezó a pegar y a echarle la culpa, acusándola de haber seducido al tío. Le pegó tanto que perdió el embarazo. Desesperada, dejó su casa. ¿A dónde fue? A las maras, el único sitio dónde la podían proteger. Para ingresar tuvo que tener relaciones sexuales con siete muchachos, una especie de pasaje de iniciación. Para ella, eso no era nada, frente a los abusos y la violencia que había sufrido en su familia. ¿Qué pasa con muchos de los chicos que están metidos en violencia? No tienen nada que perder.
¿Cuál es el camino que propone Unicef?
Políticas integrales. Si un chico de 14 años mata a alguien, tiene que haber habido todo un sistema de adultos que no funcionó y otro sistema de adultos que se aprovechó de él. A veces, estamos frente a la segunda o tercera generación de chicos que se han criado sin valores, sin afecto, sin amor. Me encontré con un chico en República Dominicana en un centro para niños de la calle,
donde podían ir durante el día para recibir algo de educación. Ese chico me cuenta que la primera vez que recibió un abrazo en su vida fue en ese centro, a los 12 años. El punto de partida en este debate es que, en nuestra región, 80 mil chicos mueren por violencia intrafamiliar cada año y en la mayor parte de los casos, con impunidad.
¿Quiere decir que son casos que no son juzgados ni reciben una condena?
La policía no quiere meterse, en el hospital los padres dicen que el niño se cayó. ¿Por qué no actuamos con la misma celeridad en esos casos como queremos actuar cuando un adolescente comete un crimen? Si los adolescentes mataran a 80 mil adultos cada año, estoy seguro de que estarían todos los medios ocupándose del tema. ¿Cuál es la propuesta de Unicef? ¿Impunidad? No. Un chico que ha cometido el más horrendo de los crímenes necesita ante todo ser rehabilitado. Primero, un proceso corto. Segundo, que el juez lo ponga en un centro en el que el chico pueda ser desprogramado de esa violencia. Cuando yo trabajaba con niños soldados en el sur de Sudán, hace diez años, teníamos que desmovilizarlos. Había unos 12 mil, menores de 18 años, que eran parte de la guerrilla. Había de todo, desde combatientes hasta aquellos que proveían información del frente de guerra. Nosotros consideramos que necesitaban por lo menos seis meses de rehabilitación antes de animarnos a mandarlos de vuelta con su familia.
¿Por qué?
En primer lugar, si está criado en un contexto de violencia, tirando tiros, acostumbrado
a resolver todo con un arma, no lo podes mandar de vuelta con su madre o su tía. Segundo: seguramente ese chico no tuvo educación primaria porque estuvo metido en esas fuerzas. Necesita un proceso educativo porque si no, llega de vuelta y frente a otros chicos que sí han tenido la posibilidad de ir a la escuela, va a ser el más desamparado, al no tener un arma. Si de repente, de haber sido el jefe de una banda, es el más débil de todos, porque ni siquiera sabe leer y escribir o lo hace mal, va a buscarse un arma para volver a tener el poder.
¿Qué están haciendo?
En este momento, en la Argentina un adolescente que es enviado a un instituto recibe un promedio de dos horas de educación diarias. En Cuba, le dan entre 10 y 12 horas por día de arte, cultura, deporte, enseñanza de un oficio que le interese. ¿Por qué?
En la Argentina hay unos 2000 homicidios dolosos al año. De ese total, en unos doscientos han participado menores de 18 años. De esos doscientos, 150 corresponden a jóvenes de 16 a 18 años. Quedan 50, de los cuales en 35, los responsables tenían 15. ¿Cuántos quedan?
Quince.
¿Qué los tiene que asustar a los argentinos? ¿Esos 15 homicidios? No. Me parece totalmente demagógico, por no usar una palabra indecente, pensar que se va a resolver el tema de la violencia en la Argentina enfocándose en esos 15 casos. ¿Qué es lo que quisiéramos lograr? Garantías en el proceso y que sea lo suficientemente ágil. Hay que trabajar en un proceso de rehabilitación social. Si se sigue con el método actual, con apenas dos horas de educación, más bien los estamos almacenando para que puedan seguir haciendo lo que hacían antes.
Además de la experiencia de Cuba, ¿hay otras en la región para destacar en el tratamiento a jóvenes en conflicto con la ley penal?
Sí, en Colombia, por ejemplo, hay instituciones tipo Don Bosco que trabajan muy bien con los peores casos en el desarrollo vocacional, artístico y musical. Esas posibilidades transforman a los chicos. La tasa de reincidencia de un centro que visité era menos del 10 por ciento, un nivel bajísimo, que habla de increíbles logros porque por el ambiente del cual provienen esos chicos, es un milagro que no haya más casos. Veo muy positivo que la ciudadanía argentina reaccione frente a un nivel de criminalidad que no le gusta: quisiéramos que fuera cero, pero al tener relativamente bajos niveles de homicidios dolosos, quiero advertirles que no es cierto lo que algunos sectores dicen, que al aplicar más penas la situación va a mejorar. Lo que se tiene que mejorar es lo que se hace con el chico durante el tiempo de la pena que se establezca. Un año más o un año menos de pena no es lo que se tendría que discutir, sino qué calidad de rehabilitación se le va a ofrecer. Eso es lo que les va a dar seguridad. En estos momentos no están haciendo lo que se debe hacer.
Por Página 12
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