Por algunas de las referencias se verá que este breve articulo tiene ya algunos meses de haber sido escrito, más precisamente el 18 de marzo de 2006 . Lo dicho quizás no tenga más vigencia que en aquella fecha original de redacción, pero sí sea ahora, más visible y urgente que en aquel momento. Lo urgente viene dado por un contexto (crisis financiera internacional, volatilidad de los mercados, disparada en el precio de las commodities y fundamentalmente del petróleo, etc.) que tienden a complicar la política económica del gobierno y que ha permitido a los “equivocados” de siempre resurgir de los mausoleos de la historia para reclamar como siempre lo hicieron, que el Estado no se meta en sus negocios sobre todo cuando se trata de ganancias extraordinarias. La inflación no “llegó”a la agenda pública, la trajeron a la fuerza los mismos sectores que echan de menos a los años ’90 y las ganancias fáciles de la valorización financiera. Para ciertos sectores la inflación se reduce a una disponibilidad de pesos en el sector privado (demanda) que no se ajusta a la producción de bienes y servicios de todo tipo (oferta). Desde esta lógica se pasa inmediatamente a culpar al salario por el resurgimiento del “problema de la inflación” y la “generación de expectativas inflacionarias”.Frente a esto uno tiende a preguntarse quienes participan de la demanda, quienes y qué se consume y faltaría preguntarse como se compone la demanda de una sociedad donde los salarios en su gran mayoría tratan de apenas superar la línea de pobreza. Las preguntas serían muchas, por ejemplo ¿Cómo se organiza la estructura productiva de un país que tiene aproximadamente 15 millones de pobres o lo que es lo mismo un 40 % de su población en esa situación de pobreza y trata de explicarse la inflación por el lado de la demanda?La obsesión de crecer exportando, la estructura altamente concentrada de capitales, la heredada lógica de precios en dólares, una producción nacional con mano de obra nacional barata que mira sin embargo a la demanda y a los precios del mercado internacional en busca de ganancias extraordinarias, y por último, la idea de que un aumento de salarios significa aumento de precios, de manera casi automática. Ante todo esto habría que plantearse que la economía sigue creciendo y sin embargo la brecha entre ricos muy ricos y pobres no más pobres pero si bastante más en cantidad, se sigue ensanchando con cada punto de inflación, ya que aumentan en 120.000 por cada 1 % de inflación. Frente a esto creemos que los salarios de los trabajadores no pueden ser culpados por una inflación que se esgrime como amenaza y traslado de responsabilidades hacía los sectores más pobres.Se saluda con corrección y alegría académica que el Ministro R. Lavagna haya dicho que “se requieren más inversiones para aumentar la capacidad productiva”, esta sería una parte de la verdad. Con esto se respondería a la inflación desde la oferta y quedaría el capital (inversiones) como factor imprescindible para la solución de la amenaza inflacionaria. Si la economía Argentina creció a tazas chinas, si el PBI alcanzó o casi, los niveles máximos históricos y si la capacidad instalada ha llegado casi a su máxima utilización, esto no es suficiente para sostener que “la inflación responde a cierto ‘recalentamiento’ de la actividad económica, entendiendo esto como una demanda interna y externa que tira un poco más allá de lo que la oferta puede absorber sin incrementar precios” como argumentan ciertos autores. Veamos también como funciona esta economía altamente concentrada y oligopolica donde un pequeño conjunto de empresas se dan el gusto de determinar precios y guardarse para sí los beneficios generados por un importante crecimiento, que aún no se ha volcado con justicia sobre un pueblo que espera desde hace ya muchos años y por eso los tiempos para empezar a distribuir son cada vez más cortos.Sabemos por experiencia que la inflación es una importante arma política. Se sabe también que son muy pocos los que están en condiciones de poseer y utilizar esta arma.Este último punto es el que interesa discutir para ver si se puede salir de la lógica única de la oferta (siempre subordinada a la voluntad del capital). Creemos que la oferta es un factor importante en la formación de los precios. Sin embargo se debe tener en cuenta que la oferta tiene una rigidez que surge de las tasas de ganancia esperadas y de las estructuras sociales con sus respectivas pautas de consumo que se generan y consolidan en el mediano y largo plazo. Así lo que hoy la “oferta puede absorber” sin generar inflación, como se sostiene, esta determinado por la DEMANDA de una estructura social deforme, pero sobre todo tremendamente injusta. Nos referimos básicamente a una demanda que se genera en una sociedad donde hay mercado para autos de lujo, para ropa de marca, para las primeras marcas en alimentos, para universidades privadas, para teléfonos celulares cada vez más sofisticados, pero sin embargo y paralelamente casi un 50 % de su población trabaja en negro, cobra salarios por debajo de la línea de pobreza, y que la mayoría de los casos no tienen servicios básicos, y en el caso del gas lo paga más caro por consumir gas en garrafa, hace años no tiene vacaciones, ni tuvo la oportunidad de aprovechar los años “dorados” del 1 a 1.Deberíamos pensar que lo que la “oferta puede absorber” es una demanda generada en un consumo que para una sociedad empobrecida como la Argentina, es consumo suntuario. La estructura que produce esos bienes, casi obscenos en medio de tanto hambre, puede ser que este llegando al tope de su capacidad instalada y generando una incipiente inflación. Puede ser que ese sector este requiriendo también inversiones y nueva tecnología. Puede que eso sea así.Pero creemos que hay otro sector que puede expandir su producción y cubrir esa demanda menos ambiciosa que se generaría en el 40 % más pobre de nuestra sociedad. Para eso no hacen falta grandes inversiones. Lo que sí hace falta y eso parece mucho más difícil de conseguir que las inversiones de las que todos hablan, es una distribución más justa de las riquezas. Para esto los empresarios deberán tener trabajadores debidamente registrados, pagar salarios que superen la línea de pobreza, y en definitiva volver a generar puestos de trabajo donde el trabajador haya recuperado su dignidad. Con seguridad este empresario no podrá viajar tanto por el mundo, ni tomará sus vacaciones en alguna playa paradisíaca de la polinesia o tendrá unas segunda vacaciones de invierno en Aspen, ni cambiará su 4X4 todos los años (sumado que nunca se dignará a pagar las patentes) siguiendo las modas impuestas por la globalización boba que padecemos hace ya dos décadas, ni tendrá un sonso teléfono con maquina de fotos, ni comprará zapatos italianos, ni mandará a sus hijos a universidades privadas y si es posible en el exterior.Este “tremendo sacrificio” del 10 % más rico de nuestra sociedad, permitirá que se generen puestos de trabajo en sectores cuya demanda puede ser fácilmente cubierta y sin inflación producto de una oferta insuficiente. El trabajador podrá tomarse 15 días de vacaciones en alguna playa bonaerense, acceder a un auto económico, tendrá el derecho que hoy ya casi es una necesidad básica de poseer una línea de teléfono, y sus hijos podrán volver a una escuela pública que haya recuperado, junto a sus docentes, el viejo prestigio que supieron tener.El gobierno ha salido a bajarle el tono a quienes ya se regodean anunciando la amenaza inflacionaria. Sabe el gobierno y sabe por experiencia el pueblo, que no es el salario digno, ni la desaparición del empleo en “negro” que en realidad se trata de un delito, el responsable de la inflación. Sabe también el pueblo que el crecimiento no asegura la justicia social ni la justa distribución de la riqueza y que el concepto de crecimiento debe quedar en segundo plano frente al de desarrollo, que también es crecimiento pero con la participación en ese crecimiento del conjunto del pueblo. Podemos proponer la suba de las tasas de interés para sacar pesos de circulación y evitar así el exceso de circulante y por ende de mayor consumo. Pero nos responderán (como esta pasando) que esa no es la solución y que la inflación no tiene nada que ver con las “políticas monetarias” y tiene que ver con el “agotamiento de la capacidad instalada” y con los “incrementos salariales”. Tanto en la primera afirmación como en las dos siguientes se ocultan posturas políticas. En la primera, el excedente de circulante en manos de muy pocos, generaría un consumo desmedido por parte de ciertos sectores, (que por otro lado pagan lo que les piden, total sobra) cosa que creemos es cierto, mientras en las dos segundas afirmaciones se ocultarían viejas posiciones respecto a como atraer capitales o inversiones para aumentar la capacidad instalada (ya se sabe como se “atraen” capitales) y el viejo y reaccionario argumento de culpar a los pobres y sus salarios de generar inflación por sus “ambiciones desmedidas”. Pero las presiones inflacionarias no se producen homogéneamente en toda la economía, sino que surge y afecta a distintos sectores de manera desigual.Es en definitiva cambiar el origen de la demanda. La actual reactivación de la economía basada en las pautas de consumo de la década del ’90 deberá modificarse para responder a un consumo menos sofisticado, que permitirá crecimiento económico sin generar inflación y donde los precios se formen mirando hacía el mercado interno y no siguiendo las directivas emanadas de un mercado mundial, que para muchos autores calificados, ya se encontraría al borde del colapso. Esto último dicho el 18 de marzo de 2006, parece en estos días (marzo de 2008) estar volviéndose una realidad junto a la crisis inmobiliaria y financiera que afecta a la economía norteamericana y la cual nos deparará con seguridad algunas sorpresas desagradables.
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